Prologo
Un prestigioso artista madrileño centra gran parte de su obra en una serie de esculturas, que aparte de la belleza estética que sin duda sus artesanas manos consiguen, tienen la singularidad de mostrar unos curiosos balanceos que llegan a ser increíbles cuando los protagonistas son arboles de metros de altura, en donde cada rama y cada hoja permanecen unidos al tronco en decenas de puntos de equilibrio. Yo supongo que lo consigue con mucha imaginación, trabajo y sin duda paciencia. Al final el árbol de bronce o acero es tan sólido como cualquiera de los que podáis visitar en el jardín botánico y aunque su naturaleza no sea tan vital es igual de bello y armonioso.
La bicicleta es equilibrio puro, sin él es imposible dominar su mecánica. Ese equilibrio además es muy contagioso, enseguida se nota en cuerpo y alma. A medida que los kilómetros aumentan el cuerpo se va trasformando, poco a poco el colesterol va desapareciendo y el cuerpo se estiliza, catarros y migrañas desaparecen y también la mente se oxigena, se hace creativa e ingeniosa. Cada ciclista va consiguiendo su equilibrio personal. Imaginemos por un momento que cada uno de ellos lograra trasladar su pasión a otro o a muchos más. Ese equilibrio ciclista empapando de forma constante, aunque fuera de forma lenta, Madrid, conseguiría sostener también su atmosfera, mejorar el modo de vida, la economía y en general el bienestar de todos, pienso que al final se conseguirá esa armonía, al igual que en el árbol de mi amigo el escultor, con imaginación, paciencia y esfuerzo. Ya hay muchas ciudades así en el mundo pero esta es especial, es en la que vivimos y donde crecemos, un lugar difícil pero, quizás por ello, de los más idóneos para intentar equilibrar algo mejor este mundo que habitamos en un universo infinito donde parece muy necesaria nuestra aportación.